Es normal que en algún momento de la vida la mayoría de las personas sean lastimadas, esto puede ocurrir por un amigo, familiar o pareja, pero lo que sí es seguro, es que todos conocemos esa sensación de estar decepcionados, con el corazón roto y enojados por una traición que nunca nos esperamos.
Generalmente una traición nos toma por sorpresa, mucho más si viene de alguien que creemos importante en nuestras vidas. Se trata de este tipo de dolor que parece apoderarse de nuestro corazón, hasta dañar lo más profundo de nuestro ser, lo que deja una cicatriz difícil de borrar.
Cuando este tipo de cosas ocurren resulta muy difícil perdonar a la persona que nos lastimo, sin embargo, es importante recordar que el perdón no es solo para esa persona que nos hizo daño, también para nosotros mismos.
De acuerdo al Dr. Jose Antonio García Higuera, miembro del equipo de Psicoterapeutas, “para perdonar, es preciso comprometerse, por el propio interés, con el pensamiento de querer lo mejor para esa persona, aunque sea solamente que recapacite y no vuelva a hacer daño a nadie o deseando que le vaya bien en la vida, etc”.
Claro perdonar no es algo que ocurra de la noche a la mañana, se trata de un proceso continuo que se va profundizando a lo largo del tiempo. De hecho los especialistas consideran que existen varios niveles de perdón, los cuales se dividen de la siguiente manera.
Primer nivel: dejar a un lado la necesidad de buscar venganza o justicia y quejarse con todo el mundo. Así como olvidarnos de desearle mal al agresor para sentirnos mejor.
Segundo nivel: mantener conductas positivas hacia la persona que nos agredió, si se obtiene una respuesta positiva por parte del perdonado, es posible volver a restaurar la confianza.
Perdonar es algo tan poderoso que incluso no sana solamente nuestro corazón, también nos quita un peso de encima que tarde o temprano terminara dañándonos. Perdonar es una manera de liberarte y reiniciarte y aunque no significa que debas dejar que esa persona vuelva a tu vida, si es importante aceptar lo ocurrido, desearle lo mejor y seguir adelante, sin llevar la carga que implica el rencor.